El tiempo de angustia de Jacob, 21 de septiembre
¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será
librado. Jeremías 30:7.
Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces
caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos
atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la Tierra las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para
matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento. Este fue el tiempo de la angustia de Jacob.—Primeros
Escritos, 36, 37.
Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra Jacob, así también instigará a los malos para que destruyan al
pueblo de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó a Jacob, acusará también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo
entre sus súbditos, pero el pequeño grupo constituido por los que guardan los mandamientos de Dios resiste a su pretensión a la
supremacía. Si pudiese hacerlos [281] desaparecer de la Tierra, su triunfo sería completo. Ve que los ángeles protegen a los que guardan
los mandamientos e infiere que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la suerte de cada uno de ellos ha sido resuelta
en el santuario celestial. Tiene conocimiento exacto de los pecados que les ha hecho cometer y los presenta ante Dios con la mayor
exageración y asegurando que esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del favor de Dios. Declara que en justicia
el Señor no puede perdonar los pecados de ellos y destruir al mismo tiempo a él y a sus ángeles. Los reclama como presa suya y pide
que le sean entregados para destruirlos.
Mientras Satanás acusa al pueblo de Dios haciendo hincapié en sus pecados, el Señor le permite probarlos hasta el extremo…
Reconocen plenamente su debilidad e indignidad. Satanás trata de aterrorizarlos con la idea de que su caso es desesperado, de
que las manchas de su impureza no serán lavadas jamás. Espera así aniquilar su fe, hacerles ceder a sus tentaciones y alejarlos de
Dios.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 676, 677.
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