El remanente y el sellamiento, 24 de julio
Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un
tizón arrebatado del incendio? Zacarías 3:2.
La visión de Zacarías con referencia a Josué y el Ángel se aplica con fuerza especial a la experiencia del pueblo de Dios durante
las escenas finales del gran día de expiación. La iglesia remanente será puesta entonces en grave prueba y angustia… Satanás
considera a los habitantes del mundo súbditos suyos; ha obtenido el dominio de muchos cristianos profesos; pero allí está ese
pequeño grupo que resiste su supremacía. Si pudiese borrarlo de la tierra, su triunfo sería completo. Así como influyó en las naciones
paganas para que destruyesen a Israel, pronto incitará a las potestades malignas de la tierra a destruir al pueblo de Dios. Se requerirá
de los hombres que rindan obediencia a los edictos humanos en violación de la ley divina. Los que sean fieles a Dios y al deber serán [220]
amenazados, denunciados y proscritos, traicionados por “padres, y hermanos, y parientes, y amigos”. Su única esperanza se cifrará
en la misericordia de Dios; su única defensa será la oración. Como Josué intercedía delante del Ángel, la iglesia remanente, con
corazón quebrantado y ardorosa fe, suplicará perdón y liberación por medio de Jesús, su Abogado…
Satanás… declara que por sus pecados han perdido el derecho a la protección divina y reclama la facultad de destruirlos…
Sin embargo, aunque los seguidores de Cristo han pecado, no se han entregado al dominio de los agentes satánicos. Se han
arrepentido de sus pecados, han buscado al Señor con humildad y contrición, y el Abogado divino intercede en su favor…
Los hijos de Dios estarán suspirando y clamando por las abominaciones cometidas en la tierra. Con lágrimas advertirán a los
impíos el peligro que corren al pisotear la ley divina, y con tristeza indecible y penitencia se humillarán delante del Señor. Los
impíos se burlarán de su pesar y ridiculizarán sus solemnes súplicas; pero la angustia y la humillación de los hijos de Dios dan
evidencia inequívoca de que están recobrando la fuerza y nobleza de carácter pérdidas como consecuencia del pecado… Mientras
Satanás ha estado insistiendo en sus acusaciones los ángeles santos, invisibles, han ido de un lado a otro poniendo sobre los fieles el
sello del Dios viviente.—La Historia de Profetas y Reyes, 431-434.
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